La fuerza del poder en el ruego y la consciencia

-Rogar: Del latín Rogare. Pedir haciendo un gesto con la mano extendida. Un gesto muy primitivo que compartimos con los chimpancés-

Cuando uno analiza la construcción histórico-social del término rogar, se dará cuenta que hay una parte de nuestros antepasados que siempre ha rogado por misericordia, perdón o segundas oportunidades, sin embargo, nunca me había percatado de la acción directa que tienen ciertos poderes que son ejercidos sobre nosotros, como si de una serie de HBO se tratara la vida.

El poder no tolera el vacío, aunque el término poder, tiende a ser subjetivo. El punto medular es analizar sobre quién o qué se ejerce el poder. En la gran mayoría de las veces podemos ver al poder como el resultado de una manipulación mediática, social o política que pareciera que siempre ha estado ahí, pero no es así.

Cuestionarnos, siempre ha sido la solución a entender el por qué del sometimiento; físico, mental o emocional. El individuo no sabe que lo es, justifica su existencia como si de un rol de teatro se tratara la vida, imitando y sufriendo las mismas dolencias de las que la humanidad siempre ha sido parte. El escenario ha tenido severas transformaciones, pero el teatro es el mismo. Una falta de comunicación abismal que delega la falta de inteligencia emocional a una falta de éxito material. Catástrofes ambientales a la ira de un Dios misericordioso, pandemias que develan la escaza inmunidad de una población en constante enfermedad, inversiones millonarias en inteligencia artificial y mínimas en educación científica.

Nos enseñan a analizar qué nos falta en vez de amar lo que tenemos. El capitalismo reconoce solamente el valor del individuo como parte de la capacidad productiva que tenga. Uno puede producir grandes ideas pero sin grandes ganancias no hay fin o medio que justifique su praxis. Pensar en ti no genera capital, no genera nada en el mundo material.

Básicamente somos discapacitados emocionales, que necesitan a alguien como modelo de referencia para aprenderse amar, cuidar y respetar. El apego a lo material ha evolucionado al apego emocional. Somos lo que tenemos o vestimos, incluso cómo lucimos.

Vomitamos ansiedad, depresión y obesidad en un mundo que fue creado para vivirlo en paz.

Dejemos de rogar por lo que por derecho natural nos corresponde. El sendero balaceado con la madre tierra será el único que nos reintegre como seres colectivos y conscientes.

MJRC